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Al sureste de Las Islas de Tahiti se alza un enclave remoto y prácticamente desconocido: el archipiélago de las Islas Gambier. A 1.600 kilómetros del bullicio de Tahiti, estas cinco islas, rodeadas por una docena de motu ofrecen una experiencia única, donde la autenticidad, la cultura y la naturaleza virgen se entrelazan en un entorno de belleza incomparable.
Las perlas más codiciadas del Pacífico
Llegar a las
Islas Gambier
es toda una
aventura. Desde
Papeete es posible
volar directamente hasta el
motu Totegegie, donde se encuentra el
aeropuerto. De allí, un
corto viaje en barco trasladará al visitante hasta el
pintoresco pueblo de
Rikitea, ubicado en la
isla principal de Mangareva. Al sobrevolar el archipiélago, el visitante puede disfrutar de unas
vistas asombrosas:
playas de arena blanca,
montañas exuberantes y una
laguna de un azul cristalino que dan la bienvenida a este
paraíso único en el mundo.
Mangareva, la
mayor de las islas, alberga una
rica historia y es famosa por la
perla de Rikitea, uno de los
tesoros más codiciados
del
Pacífico. El
cultivo de perlas, junto con la
pesca, son el
principal modo de vida de sus lugareños, y ambas actividades forman parte de sus costumbres ancestrales. Visitar las
granjas de perlas es una
actividad imprescindible para conocer los
singulares detalles de su cultivo y la
calidad excepcional del producto resultante.
Esnórquel, senderismo y playas vírgenes
Para los
amantes de la naturaleza, las
Islas Gambier son un
sueño hecho realidad. Las
rutas de senderismo en
Mangareva
culminan en los
picos de las montañas Duff
y
Mokoto, dos de los puntos
más altos de todo el archipiélago. Desde sus cimas es posible
vislumbrar unas vistas panorámicas sobre la isla y la laguna.
Otra forma de
descubrir el archipiélago es embarcarse en una
excursión en barco por la
laguna para visitar las
islas de Taravai,
Mekerio y
Aukena. Sus
acantilados escarpados y sus playas desiertas son el escenario perfecto para
relajarse y
practicar esnórquel, mientras se admira la
rica vida marina que albergan sus
aguas cristalinas.
La iglesia más grande de Las Islas de Tahiti
Las
Islas Gambier no son solo un
paraíso natural, sino también un
baluarte de los vestigios coloniales de
Las Islas de Tahiti. En
Rikitea destaca la
majestuosa Catedral de San Miguel, construida en
1848 con bloques de
coral, decorada con
nácar y
perlas. Esta iglesia, la
más grande de toda la
Polinesia Francesa, es un
testimonio vivo de la
influencia de los misioneros católicos que llegaron al archipiélago en el
siglo XIX.
Además, los isleños conservan con celo sus
tradiciones artesanales. Generación tras generación, se ha transmitido el
arte del tejido
de
kaka’o, una técnica de
trenzado que utiliza
hojas de pandano para elaborar
sombreros y cestas adornadas con
perlas negras.
Lejos de las
rutas turísticas habituales, en las
Islas Gambier
los turistas se hospedan en
pensiones familiares, donde viven en primera persona la
genuina y
cálida hospitalidad de los tahitianos. En ellas pueden degustarse las
especialidades locales, preparadas de forma
casera, como el
korori (músculo de la ostra perla) y el
poison cru
(pescado crudo), toda una
delicia.
Sobre LAS ISLAS DE TAHITI
Rodeadas de aguas cristalinas, Las Islas de Tahiti ofrecen una belleza natural, una cultura isleña perfectamente preservada y un estilo único. El destino es conocido mundialmente por sus playas de arena blanca, sus lagunas turquesas y paisajes que van desde atolones de coral hasta picos volcánicos. Además cuenta con diferentes tipos de alojamiento: hoteles de lujo con bungalows sobre el agua, villas, pequeños hoteles familiares, alquileres vacacionales, o incluso yates, catamaranes, y cruceros. Las Islas de Tahiti están todas unidas por el Mana, esta energía vital, esta fuerza espiritual que rodea la vida cotidiana de los polinesios.
El Mana puede verse, tocarse, saborearse y sentirse, y es solo yendo a Las Islas de Tahiti que entendemos por qué se llaman: Las Islas del Mana.
Fuente:
COMUNICACIÓN IBEROAMERICANA
https://www.tahititourisme.es/